Si buscamos la definición de comunidad en un diccionario encontraremos que: “Es un conjunto de personas que viven juntas bajo ciertas reglas o que tienen los mismos intereses. Un grupo social del que forma parte una persona.”
Ahora bien, si buscamos la palabra “diseño” la definición será la siguiente: “Actividad creativa que tiene por fin proyectar objetos que sean útiles y estéticos”.
Entonces, suponiendo que “comunidad de diseño” se define linealmente como “Un conjunto de personas que comparten una actividad creativa”, ¿Podríamos decir que esta definición se aplica para explicar la emblemática escuela Bauhaus? Hoy en día, ¿Dónde podemos encontrar ese aspecto más “comunitario” del arte y el diseño?
Rever los motivos que llevaron a Walter Gropius a fundar la escuela que revolucionó la historia del diseño me lleva a pensar qué tan importante es tener un espacio colectivo y de encuentro en la actualidad en función de la creación.
En la sociedad en la que vivimos, con los avances tecnológicos de los últimos cincuenta años sumado a la reciente pandemia que nos lleva indefectiblemente a estar aislados en términos sociales y culturales, pareciera muchas veces que los seres humanos tendemos más al aislamiento y la individualidad.
El diseño no es ajeno a estos conceptos, así como Gropius fomentaba el trabajo de campo de artistas y diseñadores, en contraposición, hoy nos encontramos diseñando en nuestra individualidad y muchas veces, sin salir de nuestras casas.
Esto me lleva al siguiente cuestionamiento: ¿Qué impacto tiene este “retraimiento poblacional” en el resultado de diseño o incluso en el proceso de diseño en sí mismo? ¿Veremos en treinta, cuarenta años, los resultados de este aislamiento reflejados en la producción del siglo XXI?
A su vez, no toda esta reflexión tiene un saldo estrictamente negativo. Hoy nos encontramos con demostraciones de arte constante y masivas en las redes sociales: Sacar una foto interesante, crear material gráfico en minutos, utilizar aplicaciones para compartir infinidad de contenido artístico y de diseño a miles de personas, el infaltable DIY (do it yourself) que permite tener un fácil acercamiento a crear desde muebles a artesanías con materiales baratos y accesibles. Todas estos valores se convirtieron en “pequeñas exhibiciones de arte” que llegan a muchísimas personas en muy poco tiempo.
Y eso me lleva a preguntarme; ¿El aspecto comunitario (y necesario) del diseño se verá hoy reflejado en la masificación de información y el acceso instantáneo a la creación colectiva de la internet? ¿Responden estos nuevos medios de comunicación a la definición que citamos al principio de este escrito? ¿Nos encontraremos ante el desafío de reinventar lo inventado? ¿De encauzar la comunidad de diseño, tal vez un poco dispersa y desordenada a una comunidad intencionada de diseño como la que proyectó Gropius? ¿Será eso lo que nos falta para hacer historia?